Estas cifras se ubican muy por encima del promedio de 187 negociaciones anuales registradas en la década de los ’90. Esta revitalización se refleja en todos los niveles: 1) en la reapertura de unidades de negociación en el nivel de actividad, que habían estado en situación de letargo durante los noventa; 2) en las negociaciones de empresa, que mantuvieron el dinamismo adquirida en la década anterior y 3) en las nuevas unidades de negociación que surgieron impulsadas por el crecimiento económico. Entre los factores que promovieron la negociación por actividad, se destaca la sanción de la Ley de Ordenamiento Laboral (Ley Nº 25.877) en 2004, que otorga supremacía a la negociación de nivel superior sobre la de nivel inferior.
El auge de la negociación colectiva entre 2003 y 2006 difiere no sólo de las tendencias prevalecientes en la década anterior, sino también de los períodos previos a esta.
En los avatares de la negociación colectiva registrados a lo largo de los 54 años transcurridos desde la instalación de la norma que la regula a mediados del siglo XX, pueden diferenciarse con claridad dos épocas:
a) la primera, que se prolongó entre la sanción de la Ley 14250 en 1953 hasta fines de los 80´, la negociación colectiva fue afectada por la crónica inestabilidad institucional y, en particular, por la suspensión periódica de su vigencia como efecto de sucesivos golpes militares. En los 35 años que van desde 1953 hasta 1988, fueron relativamente breves los períodos en que la negociación colectiva alcanzó una vigencia plena.
b) en la segunda época, que va desde 1988 hasta la actualidad, la negociación colectiva tuvo plena vigencia institucional y registró cambios de importancia. En la década de los ’90, y particularmente a partir de 1994, cambió la composición de las negociaciones, ya que la gran mayoría de los convenios y acuerdos fueron pactados en el nivel de las empresas. En materia de contenidos, se destacaron tanto la negociación de la flexibilidad contractual, expresada en la autorización a establecer modalidades de contratación por tiempo determinado, como la flexibilidad interna de las empresas, vinculada con los cambios en la jornada, la organización del trabajo y la modalidad de las remuneraciones. También se registraron cambios radicales en el contexto de la negociación, derivados del incremento sin precedentes de la desocupación, que se mantuvo en dos dígitos desde 1994, y del también inédito crecimiento del trabajo no registrado en la seguridad social, que en su mayoría quedaba de hecho fuera de la esfera de influencia sindical y de la cobertura de la negociación colectiva. En ese contexto, la introducción de nuevas formas de empleo “atípicas” favorecía la mercantilización de la mano de obra, erosionando el status relativamente protegido que los asalariados comprendidos en la negociación colectiva habían conservado hasta entonces.
En un período regido por la convertibilidad, la apertura económica y la globalización financiera, la postura adoptada por la mayoría de los sindicatos consistió en ocupar posiciones defensivas, y fueron renuentes a negociar en condiciones desventajosas, de allí el relativamente bajo promedio de negociaciones anuales durante todo ese extenso período. Esta postura tendía a conservar las cláusulas de los convenios colectivos negociados en otras épocas que se mantenían vigentes por efecto de la ultraactividad. Finalmente, la crisis económica, política y social que acompañó la caída del régimen de la convertibilidad, profundizó aún más las características descriptas.
En 2002 casi 3 millones de trabajadores se encontraban en condiciones de desempleo abierto, más del 50% de la población en situación de pobreza por ingresos y la caída de la producción se situaba en torno al 11% con relación al año precedente. La negociación colectiva pasó a estar dominada por los acuerdos que
surgían de los procedimientos preventivos de crisis (PPC) y las temáticas que predominaron se orientaron hacia los despidos de personal, las suspensiones periódicas, las reducciones de remuneraciones y de jornada de trabajo y los adelantos de vacaciones, entre otras medidas. Los procedimientos de crisis impulsaron las negociaciones por empresa, mientras que la negociación colectiva del ámbito de actividad siguió estando estancada y descendió a niveles mínimos.
La finalización abrupta y caótica del plan de convertibilidad hacia fines de 2001, y la depreciación del tipo de cambio, precedieron la instalación de un nuevo patrón de crecimiento de la economía argentina. La negociación colectiva salarial a posteriori de la salida de la convertibilidad, fue impulsada por las paritarias de varias ramas industriales: alimentación, metalúrgicos, lácteos, etc.
A partir de 2003 el repunte de la negociación colectiva fue progresivo. Al principio fue impulsado principalmente por el Estado, que articuló las políticas salariales con las de promoción de la negociación colectiva. Una de las políticas específicas del nuevo gobierno instalado en mayo de 2003, fue la de disponer que los aumentos de suma fija no remunerativa, que se habían comenzado a otorgar a los asalariados privados desde 2002, fueran incorporados en los básicos de convenio, lo que impulsó la conformación de paritarias entre empresas y sindicatos, algunos de los que hacía varios años que no se reunían. La modificación de los salarios básicos por aumentos de sumas fijas, achataron las escalas salariales reduciendo los diferenciales entre las distintas categorías profesionales, impulsando las demandas de los trabajadores para restablecer esos diferenciales en los convenios colectivos. Los empresarios también, porque producían un efecto de expansión de los costos laborales y, en algunas actividades, los incrementos eran significativos porque recaían también sobre los adicionales del salario.
Durante 2004 y 2005, se repitió el mismo esquema de articulación de políticas salariales activas y promoción de la negociación colectiva. La convocatoria al Consejo del Salario Mínimo, instituto tripartito de negociación, permitió que el salario mínimo que había estado estancado en $200 desde agosto de 1993 –es decir, durante diez años–, se incrementara en forma exponencial. Finalmente, la crisis económica, política y social que acompañó la caída del régimen de la convertibilidad, profundizó aún más las características descriptas.
El Consejo definió nuevos valores del salario mínimo, empujando “hacia arriba” la base de discusión salarial entre los sindicatos y los empresarios; el salario mínimo se incrementó de $350 a $450 en septiembre de 2004 y, en forma progresiva en 2005 y en 2006 alcanzando el valor de $630 y $800 respectivamente.
El impacto de esta política sobre la negociación colectiva se reflejó en el incremento sistemático de la cantidad de acuerdos y convenios que tienden, a partir de entonces, a renovarse anualmente. La negociación colectiva se extendió
también a todos los sectores y ramas de actividad, incluso a aquellas donde los sindicatos tienen más dificultades para afianzarse y conformar paritarias.
Luz Marina Jaureguiberry
DPTO CyMAT
Síntesis elaborada en base al artículo “Una nueva dinámica de las relaciones laborales y la negociación colectiva en la Argentina” (Palomino-Trajtemberg)