Los medios de comunicación informan que efectivamente una estudiante de 15 años, que cursaba el cuarto año de la escuela secundaria se disparó en la cabeza con un arma calibre 38 mm delante de todos sus compañeros. Esta noticia se suma a otras similares que recibimos todos los días pero que por quien sabe qué razón inconsciente o negada sutilmente no deja nada más que un momento de asombro y estupor momentáneo sin que sea el inicio de un verdadero cambio en cada uno de nosotros y en la sociedad en general a partir de asumir el problema de la vulnerabilidad de muchos adolescentes ante los desafío actuales.
Ante casos como este surgen naturalmente una serie de preguntas: ¿Cómo una estudiante ingresa un arma a la escuela? ¿Qué dificultades estaba atravesando que tomo la decisión de quitarse la vida? ¿Esas dificultades estaban fuera de la escuela o las vivía en la escuela? ¿Cuáles fueron las señales que emitió en el proceso? ¿Nadie se percató de las mismas o simplemente se minimizaron? ¿Cómo se puede acompañar a los que quedan?, Después de un hecho así ¿Se debe volver a la rutina o se debe construir un espacio diferente? ¿Cómo?
Se define el suicidio, “como una solución permanente a un problema transitorio”. El tema es que para quien lo vive se presenta como una verdadera solución y es justamente en esta percepción en la que se debe realizar la prevención. Prevención que apunta a que los adolescentes y jóvenes puedan establecer diferentes alternativas ante un problema y su modo de enfrentarlo.
Prevenir no solo es posible, es una responsabilidad y un hecho como el que comentamos, vuelve a reclamarnos a gritos todas las cosas importantes que se postergan por razones espurias. Normalmente ante una tragedia como la sucedida en La Plata, pensamos que se llega tarde con cualquier acción, programa o propuesta, sin embargo es justamente en este “día después” donde es preciso acompañar a jóvenes y adultos para que la elección sea siempre la vida y para que puedan tener al alcance herramientas personales y comunitarias no solo para elaborar la perdida y el dolor sino también para construir un futuro distinto.
Para ello urge el pensarnos como una nueva sociedad que sea capaz de reinventarse a sí misma y a sus instituciones. En particular en el abordaje de las adolescencias actuales y en el marco de la problemática del suicidio es necesario de manera urgente establecer un trabajo en equipo que vincule en red las instituciones en las que circulan nuestros chicos y chicas, la familia, la escuela, los clubes, las parroquias. En este contexto el Estado debe constituirse en garante de que esta red de contención se convierta en un verdadero tejido que cobije, abrigue y sostenga el desarrollo de nuestros jóvenes. En este sentido la prevención y la convención implican fundamentalmente y en primera instancia desarrollar acciones para:
• Capacitar a los recursos humanos en los diferentes ámbitos de intervención, en particular a aquellos que trabajan en las áreas de salud educación y seguridad municipio en orden a la atención asistencial.
• Desarrollar estrategias interdisciplinarias e interinstitucionales para el abordaje de la problemática del suicidio.
• Establecer y sostener redes de apoyo que permitan identificar no solo personas en riesgo sino sectores de mayor vulnerabilidad para coordinar su asistencia y tratamiento.
• Generar un programa de prevención primaria en relación a los factores de riesgo y los factores protectores vinculados al suicidio adolescente.
En relación al último ítem mencionado, la escuela es un espacio potente “per se”, en el sentido que es un espacio “natural” que habilita una mirada diferente a la realidades cotidianas, una recuperación de los valores humanos, como la solidaridad, la tolerancia, el deseo de auto-superación, la construcción del juicio crítico, y puede generar además estrategias que permitan contrarrestar la ausencia de sentido que la sociedad plantea a las generaciones actuales.
Pero si es en la escuela donde ocurren las grandes rupturas y se constituye en el lugar del “pathos”, del sufrimiento y de la exclusión ¿Qué lugar de “cobijo afectivo” queda para nuestros adolescentes: para los más frágiles, para los más solos, para los más abandonados? Es importante que seamos capaces de pensar una “nueva escuela” que sea capaz de responder a las demandas actuales y de acordar nuevos contratos sociales con instituciones como la familia y el estado que cimienten una relación sostenida en la solidaridad con la insoslayable creencia de que siempre es posible un futuro mejor para nosotros y para las generaciones que vendrán.
Licenciada Carolina Nogueira