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HIPOLITO YRIGOYEN

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Algunos de sus apodos más conocidos fueron: el “peludo”, por su aversión a mostrarse en público, y el “vidente”, por su supuesta capacidad para interpretar las demandas, necesidades e intereses de sus interlocutores.

A lo largo de su vida mostró gran versatilidad en el desempeño de diversas funciones: comisario de policía en el barrio de Balvanera, presidente del Consejo escolar de la misma ciudad,  profesor de historia, filosofía e instrucción cívica, estudiante de abogacía, diputado, terrateniente, jefe revolucionario y presidente de la República Argentina.

Durante los años que ejerció la docencia, entre 1880 y 1905, donó sus honorarios al Hospital de Niños.

Participó y lideró numerosas revoluciones, que si bien fracasaron en sus objetivos concretos, prepararon el terreno para la implementación de la Ley Sáenz Peña.

Luego del suicidio de su tío, se enfrentó a duelo con el santafecino Lisandro de la Torre, experto esgrimista, al cual derrotó –pese a carecer él mismo de toda experiencia de esgrima-, dejándole numerosas marcas en su cuerpo y rostro.

El 12 de octubre de 1916, asumió por primera vez la presidencia del país. Concluía así el período conservador. Ese día la multitud enfervorizada desenganchó espontáneamente los caballos del carruaje que trasladaba al flamante líder radical desde el Congreso y lo llevó a pulso hasta la Casa Rosada.

Estas elecciones que dieron triunfo a Yrigoyen fueron las primeras que se realizaron a nivel nacional bajo los auspicios de la llamada Ley Sáenz Peña (ley electoral de 1912), que imponía el voto universal, secreto y obligatorio.

En 1928 Yrigoyen fue electo presidente del país por segunda vez por una abrumadora mayoría en una elección conocida como “el plebiscito”. Su período de gobierno quedó inconcluso como consecuencia del golpe de estado producido el 6 de septiembre de 1930, que encabezó el general José Félix Uriburu y dio comienzo a la “década infame”.